jueves, 8 de octubre de 2009

Carta al Decano

Bogotá, 07 de mayo de 2009


Señor.
Decano de la Facultad de Filosofía y Letras
Dr. Carlos Marín

Desde hace más de una década, la insuficiencia y decadencia de los sistemas educativos latinoamericanos han sumergido a dos generaciones de estudiantes en la inercia intelectual. El colapso de los diferentes sistemas, ha sido generado por la ineficacia gubernamental para definir correcta y concretamente el énfasis que se le debe dar a la educación colombiana y por la deficiencia al tratar de establecer un esquema evaluativo apropiado y coherente con nuestra realidad. Bajo este marco, los estudiantes universitarios, víctimas de la debilidad del sistema, han aprendido a través del facilismo y la mediocridad, es decir, sus conocimientos son insuficientes y se conforman con la oscuridad aterradora y subyugante de la ignorancia. Ahora bien, realizando un análisis general por los diferentes programas que ofrecen las universidades, es sencillo darse cuenta de la incongruencia entre el mercado laboral y dichos programas. La única salvación posible, para salir definitivamente de esta burbuja, es repensar la educación desde la Filosofía y las ciencias sociales. Un especialista en estos temas, el psicólogo César Coll, observa que existen cuatro preguntas fundamentales para pensar la educación: ¿Qué enseñar? ¿Cuándo enseñar? ¿Cómo enseñar? Y ¿Qué, cuándo y cómo evaluar?, reflexión que en nuestro país ha sido ampliamente desarrollada por J de Zubiría, quien alude al papel que deben jugar profesores y alumnos dentro del proceso de aprendizaje. Louis Not, con su precepto de enseñanza dialogante, distingue entre los modelos pedagógicos heteroestructurales y los autoestructurales; los primeros enfocados hacia la Academia y el maestro como eje fundamental del proceso y el segundo reivindicando el papel del alumno como responsable de su propio desarrollo.

Lo importante no es, en el caso de la Universidad de la Salle, propender por el sistema clásico magistral o por el desarrollo pleno de la autocrítica, lo importante es, reflexionar sobre lo que Zubiría observa como fundamental, basado en lo planteado por Platón en su libro las Leyes “La ignorancia absoluta no es el mayor de los males ni el más temible, una vasta extensión de conocimientos mal dirigidos, es cosa peor”. Zubiría explica que enfocar la educación en el alumno es un absoluto giro copernicano. No obstante, advertimos que no siempre el proceso puede ser totalmente válido cuando no se trabaja con niños educados con este sistema.

La Filosofía debe propender por un rigor definitivamente necesario para evitar la confusión, la tergiversación y el mal uso del conocimiento adquirido. En este punto, queremos diferenciar dos tipos de alumnos claramente identificables dentro de la Facultad: Los estudiantes de filosofía y los otros filósofos. Los que tendemos la inherente necesidad de vivir en filosofía, con el ánimo siempre elevado gracias a la avidez por aprender y aprehender cada día un poco más, no justificamos el improperio como recurso válido para sustentar la ignorancia, no aprobamos la disposición anti-socrática, anti-kantiana, anti-nietzscheana y en general anti-filosófica de graduarse sólo por un pedazo de papel impregnado de tinta; característica infortunada pero real de los otros filósofos. La zozobra ante esta espantosa situación es que la Filosofía, la llamada a profundizar y a escudriñar todos los recovecos y actos de la realidad y del entendimiento humano, se ha convertido, para estos otros filósofos, en motivo de burla y superficialidad, negando incluso la naturaleza de la filosofía: el amor por el conocimiento.

Es comprensible la preocupación de la Facultad por los procesos que conducen a la obtención del título. Sin embargo, somos partidarios del maravilloso rigor dado por la Filosofía misma, rigor que ha sido desplazado por los otros filósofos que son promovidos de semestre en semestre sin compasión, ni consideración alguna con los estudiantes de filosofía. Exaltamos las labores de profesores como Germán Bula, Lida Villa, María Cristina Sánchez León, Carlos Fajardo Fajardo, Mauricio Montoya y Luis Enrique Ruiz López; aún cuando consideramos que deben ser, todos ellos, un poco más estrictos con la forma de evaluar. Es pertinente señalar que son esos otros filósofos quienes presentan trabajos mediocres y siempre encuentran una buena excusa para sustentar sus carencias y mediocridad, que dicho sea de paso, se expande irreversiblemente con proyectos como los de una revista de estudiantes mal enfocada y pésimamente estructurada. El problema principal para todos los que, además de graduarnos, queremos aprender incansablemente de excelsos profesores como los nombrados anteriormente, es que esos otros filósofos tienden siempre a acoger a aquellos estudiantes de primeros semestres que aún no tienen un criterio crítico sólido por lo cual son seducidos rápidamente por el facilismo y las excusas.

Es bien sabido, que esos otros filósofos sustentan sus insuficiencias con la falta de tiempo debido a que la carrera es nocturna, excusa categóricamente inválida porque los que hacemos parte de los estudiantes de filosofía también trabajamos, vivimos, y ganamos el sustento día a día como cualquier otro. La diferencia estriba en que sacrificamos momentos importantes de nuestras vidas por algo más importante y maravilloso: la Filosofía. La elección, de graduar un mayor porcentaje de otros filósofos que empobrecerán paulatinamente el nombre de la Facultad y de la Universidad, o de graduar un menor porcentaje de estudiantes de filosofía que enaltecerán y evidenciarán la certificación de alta calidad obtenida por la universidad, queda estrictamente en sus manos.

Finalmente, aclaramos que no se trata únicamente de una posición crítica con respecto a la realidad educativa de la Facultad. Tenemos algunas propuestas que pueden resultar útiles para que seamos todos un gran grupo de estudiantes de filosofía. Sugerimos una discusión abierta pero productiva a corto, mediano y largo plazo, en donde todos tengamos la oportunidad de construir nuestra propia educación, basados en criterios claros de exigencia y rigor necesarios para el ejercicio de la Filosofía. Pensamos que esta construcción es por el beneficio de todos.


Gracias por su atención.



Atentamente,




Raúl Murcia
30072240

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